Los
orígenes del término hipster se remontan a las décadas de los 40 y 50 en
Estados Unidos, y hacía referencia a los jazzistas negros, reconocidos por sus
vidas oscuras y sórdidas. Pero fueron los escritores de la Generación Beat
norteamericana, como Jack Kerouac y William Burroughs (el heroinómano más
famoso del mundo), los culpables de popularizar un estilo de vida hipster. De
repente, se romantizó la decadencia. La ciudadanía miraba por encima del hombro
sus vidas licenciosas y sus experimentaciones estéticas, pero en el fondo todos
querían ser como ellos.
El
hipster contemporáneo es menos rebelde. Por más distancia que tome, no está del
todo al margen del sistema. Algunos íconos de la cultura alternativa son claros
ejemplos: Beck, David Bowie, Quentin Tarantino, Björk. ¿Excéntricos? ¿Estrellas
pop? ¿Vanguardistas? Hipsters por excelencia.
Actualmente
un buen número de blogs tratan el tema, pero el documento más completo es el
Manual del hipster, de Robert Lanham, publicado a inicios de los 90. Desde
luego, el tono es sarcástico: al hipster le gusta burlarse de sí mismo.
Como
“chévere” y “bacano” son conceptos por naturaleza chabacanos, la mejor manera
de definir al hipster es con el apelativo de cool. Esta frescura característica
le permite tener una actitud despreocupada, y quizá algo irónica, ante la vida
y los prejuicios. De gustos eclécticos y una autoproclamada mente abierta, el
hipster es lo que cualquiera llamaría “una persona muy interesante”, pues
maneja con propiedad esos descrestadores temas culturales que no hacen parte de
las tendencias artísticas más conocidas por el público en general.
En su
versión masculina, nuestro hipster capitalino por lo general porta un bolso de
mujer y/o una bufanda medio oriental. No son, sin embargo, signos de feminidad
o de activismo político; son la prueba de su personalidad amplia y versátil.
Entre sus gustos están el cine independiente, la música indie, el arte
contemporáneo y las publicaciones culturales. Conoce la historia de los
escritores del Grupo de Barranquilla, de los cinéfilos caleños de los años
setenta e idolatra las obras de los autores bogotanos de novela urbana como
Santiago Gamboa y Mario Mendoza.
Nuestro
hipster es buen conversador. Sabe de fútbol porque reconoce que esa
manifestación de la cultura popular es un lenguaje universal que permea todos
los ámbitos sociales. Incluso reconoce el gusto por algún equipo, pero nunca se
pondría una camiseta que lo identificara con uno; sería comprometerse demasiado
con una causa. Tampoco asistiría al estadio. Si lo hiciera sería por mera curiosidad
antropológica, por sentirse inmerso en la masa con la que comparte algunos
gustos pero de la que no hace parte.
Sus
inclinaciones profesionales tienden a las artes plásticas, a la música, a la
literatura o al periodismo, pero sobre todo al diseño gráfico y a la
publicidad. Estas carreras le permiten estar al día con respecto a las
tendencias estéticas y al mismo tiempo sumergirse de cabeza en la sociedad de
consumo, a la que trata con distancia, como si la cosa no fuera con él.
Este
hippie del siglo XXI considera que el intento por aislarse del sistema social
está out. Su estrategia es más bien adaptarse y surfear cómodamente por su
estructura, sin compromiso pero con convicción. De ahí que nuestro hippie cool
disfrute de las exploraciones urbanas que combinan sus gustos pop con sus
inquietudes alternativas.
Música indie rock, bogotana: V for Volume
Música indie rock, bogotana: V for Volume
Tomado de cartel urbano.com
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